Vías pecuarias y trashumancia patrimonio natural invaluable

Las vías pecuarias se definen como las rutas o itinerarios por donde discurre o ha venido transcurriendo tradicionalmente el tránsito ganadero, para aprovechar los pastos en las dehesas de verano o de invierno.

Asimismo pueden destinarse o otros usos compatibles y complementarios, dando prioridad al tránsito ganadero y otros usos rurales, e inspirándose en el desarrollo sostenible y de respeto al medio ambiente, al paisaje y al patrimonio natural y cultural. Estos caminos son un legado histórico de interés capital, único en Europa.

Jurídicamente son bienes de dominio público de las Comunidades Autónomas, y en consecuencia son inalienables, imprescriptibles e inembargables.

Durante siglos la trashumancia, y las vías pecuarias como infraestructura, tuvieron una indudable importancia social y económica, como se demuestra por el gran apoyo prestado por los monarcas de la Edad Media, creando, amparando y fortaleciendo a las nacientes agrupaciones pastoriles (juntas, ligallos, mestas), que con el tiempo se erigieron en poderosos gremios, cuyo máximo exponente lo representa el Honrado Concejo de la Mesta.

La red de vías pecuarias sigue prestando un servicio a la cabaña ganadera que se explota en régimen extensivo, con repercusiones positivas para el aprovechamiento de los recursos pastables infrautilizados y para la preservación de razas autóctonas. Hoy en día constituyen corredores ecológicos que garantizan la migración, la distribución geográfica y el intercambio genético de las especies silvestres, así como la conexión del territorio, conformando un modelo territorial que integra los usos tradicionales del medio rural con la conservación de los valores naturales, que contribuye activamente al desarrollo sostenible.

La trashumancia es la alternativa natural frente a la ganadería intensiva, la cual genera graves problemas de sobrepastoreo, afectando la regeneración de arbolado y pastizales, provocando así la erosión del suelo y la contaminación de aguas. La trashumancia no necesita piensos ni forrajes, reduce el derroche de combustibles fósiles y la destrucción de valiosos ecosistemas. La trashumancia garantiza la conservación de la red nacional de vías pecuarias, un patrimonio natural único en el mundo de incalculable valor, con más de 125.000km de longitud y 420.000 hectáreas de superficie que conecta valles y montañas de toda España.

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